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miércoles, 16 de marzo de 2011

Alberto Granado

En un alto de la entrevista con Alberto Granado en su casa de La Habana

En un viaje realizado a La Habana hace algunos años, durante la etapa de investigación para la realización del documental, tuvimos el agrado de ser recibidos en su casa por Alberto Granado.

Fue una entrevista cálida, llena de recuerdos.

A Alberto le costaba hablar de si mismo sin mencionar a su entrañable amigo Ernesto

Transcribimos a continuación algunos pasajes de la entrevista:

Cuando era estudiante en Córdoba, gane un concurso de practicante menor de epidemiología bioquímica y pedí uno de los lugares mas difíciles.

Pedí lepra en San Francisco del Chañar, ahí no quería ir nadie, porque san francisco del chañar esta allí cerca de santiago del estero, y lepra es una enfermedad que no da muchos recursos, entonces me puse a trabajar allí.

Allí había un senador que era del departamento donde estaba el leprosario. Un tipo que era conservador y se pasó al peronismo. Entonces como se paso al peronismo quería ser más peronista que nadie, y la primera medida que tomo fue que todos los empleados del leprosario tenían que afiliarse al partido peronista.

Un día yo estaba jugando con los leprosos al fútbol, y veo venir a Loza que se llamaba el entrenador y el director, y por la cara que traía, no venia muy contento.

Me saluda y me dice, aquí jugando, queriéndote enfermar con los leprosos, y le digo no, si el fútbol no infecta a nadie.

El senador empezó a hablar de la política, de la importancia del dinero, entonces le dije “nadie se acuerda de la gente que muere pobre”. Me dice que el como senador no le quedaba mas remedio que obligarme a afiliarme al partido peronista.

Yo hasta ese día lo trataba con mucho respeto. El hombre era calvo y le dije: “decime pelado, ¿pero vos estas en pedo, no te das cuenta que esto esta en el culo del mundo?, no te das cuenta que el que hace el favor acá soy yo a Uds. y dije Sr. director, desde ya vaya recibiendo mi renuncia.

En realidad eso me ayudo a irme del leprosario, porque yo estaba muy metido con el leprosario. De allí me fui a trabajar al hospital español en Córdoba, allí había mucha gente antiperonista, venían unos pobres chacareros y les sacaban sangre solo para cobrarles los análisis, yo me sentía muy mal.

Allí, un día de Octubre aparece Ernesto. En aquel tiempo había una semana de vacaciones por el día de la lealtad, y en esos días dijimos bueno, salimos de viaje.

Eso fue en Octubre y salimos en Diciembre.

Hacia muchos años que hablábamos del viaje. Juntamos la guita que pudimos. La idea era conocer, conocer América latina y después ver que hacíamos.

El viaje era algo obsesionante para mí. Yo hubiese podido ser premio Nóbel o primer ministro pero nunca me hubiese sentido satisfecho si ese viaje no lo hubiese llevado a cabo. Yo tenía mi estrategia. Si algo me interesaba decía lo voy a hacer ahora antes del viaje, o decía yo me voy a casar después de que haga el viaje. Todo el mundo decía que lindo, yo voy con vos, pero al final, el que fue, fue el mejor, porque mejor compañero imposible

Alberto y Ernesto en la balsa Mambo Tango

Cuando salimos Ernesto y yo al viaje, yo tenia comprometido con la madre de Ernesto que yo iba a hacer todo lo posible para que él se graduara de medico, cuando el salio debía 13 asignaturas. El viaje fue maravilloso.

El fin del viaje junto fue en Venezuela. Allí apareció un amigo de un tío del Che que tenia un transporte de caballos de Buenos Aires, Caracas, Maracaibo, Miami.

Entonces imagínate, que oportunidad más grande que esa, en unas horas iba a estar en Buenos Aires. Salimos entonces a buscar una visa para que pudiera entrar a Miami.

En forma relampagueante obtuvo la visa y se fue a Miami, pero en Miami se rompió el avión, y Ernesto tuvo que pasarse un mes allá comiendo de lo que trabajaba, cuidando una casa, limpiando cristales, en fin y luego se volvió a Buenos Aires.

Yo me quede en Caracas. Tenia una carta una carta de recomendación para un medico que se llamaba Jacinto Convit.

Convit me hizo algunas preguntas, parece que le caí bien, le gusto que yo supiera algo, y me contrato por un año en un laboratorio que había en un leporosario, en el litoral, llamado Cabo Blanco.

Conseguí que me dieran también casa y comida además del sueldo. A mi me convenía quedarme allí hasta que Ernesto fuera a Buenos Aires, se graduara de medico y volviera para reunirnos.

No sabíamos bien que íbamos a hacer, íbamos a viajar por lo menos hasta México, o quedarnos en el leprosario, que aunque era muy viejo, había muy buenas condiciones.

Me entusiasmaba esto ya que otro de los sueños nuestros era obtener una vacuna contra la lepra, que hasta ese momento no se había obtenido, se obtuvo muchos años después y nunca fue muy efectiva.

Una vacuna contra la lepra era un objetivo lindo para un investigador.

La cosa siguió así. Nos carteábamos de vez en cuando y Ernesto alargaba su salida, entonces yo empecé a hacer mi trabajo, en una de esas hice un trabajo científico bastante bueno, y yo apurándolo a Ernesto. “Ernesto ven para acá, que hace falta que te vengas”. Entonces quedamos en eso, estábamos a la expectativa de reunirnos.

Ernesto Guevara, ya graduado de médico sale con Calica Ferrer rumbo a Caracas. En el viaje se va encontrando con distinta gente, se va entusiasmando con otras cosas y se va hacia Guatemala.

Para resumir, me manda un papelito con Calica donde dice: “Alberto, no me esperes mas, porque yo me voy a ir a Guatemala donde hay una revolución que me parece que es mas interesante que ir a ganar plata a Caracas”.

Entonces yo seguí, yo tenia mi trayectoria mucho mas definida que la de Ernesto.

En primer lugar yo tenia 29 años y el tenía 24. Mi aspiración, era ser un investigador, ser padre de familia y viajar. Yo tenía esas tres cositas para mí.

Entonces cuando recibo la noticia me da bronca, y empiezo a buscar una nueva beca para seguir el trabajo que yo había empezado a hacer en Caracas. Gano una beca y me voy para Italia, eso fue en el año 56. Estuve en Italia casi 6 meses, hice mucho turismo porque el profesor no era muy trabajador y además no tenía mucho más conocimiento que yo.

Cuando vuelvo recibo una carta de Ernesto que me dice que está en México, ya había sucedido la invasión de Guatemala por castillo de armas.

Me dice en la carta veni para acá, esto esta muy bueno.

Yo le decía: “¿que estas haciendo?” Y el me decía: “¿estoy de fotógrafo?”, y yo le volvía a escribir: “… pero que mierda estas haciendo de fotógrafo cuando acá hay 2000 leprosos esperando un tipo inteligente como vos para que los ayudes a mejorar su estándar de vida.” Teníamos esas discusiones por carta.

Pasa el tiempo y veo una noticia en el periódico: Medico argentino muerto al desembarcar en cuba. No decía el nombre pero yo empecé a averiguar, llame a la madre y me dice: yo se que esta vivo, porque le había llegado una carta donde estaba firmado como Tete que era el apodo de la infancia.

Mientras se desarrollaba la guerrilla yo estaba trabajando como profesor titular en la Universidad en Caracas.

Al triunfo de la revolución cubana, el era Ministro, era famoso, pero tenia que venir a verme porque me había dejado plantado, y me mando una carta que aún conservo.

Entonces viene a Caracas Fidel y yo dije: “En cuanto aparezca Ernesto lo veo”.

No aparece Ernesto entre la gente, y mis amigos me decían “estas seguro que hiciste el viaje en moto con el, porque es un poco raro que el tipo haya venido y no te haya visto”.

Esto fue en enero y en abril el che me manda una carta pidiendo disculpas y explicándome que se había enfermado, y entonces me di cuenta que a Ernesto no podía contarlo como Ernesto sino como al Che entonces dije, “ya que la montaña no viene a Mahoma, mahoma tiene que ir para allá”

Yo ya tenía los dos hijos más grandes y entonces decidí venir para ver como era esto en Cuba, como estaba la cosa.


Alberto Granado enmarco una carta enviada por el Che cuando ya este era Ministro en Cuba.


Fíjese, nos separamos el 26 de Julio del 52, el día que murió Eva Perón y nos juntamos el 23 de Julio del 60. Pasaron 8 años.

Resulta que llego aquí, me presento y me atiende como siempre, como amigos que somos, como amigos de toda la vida. Entonces le digo: “Me tenes que llevar a ver a Fidel” que en esos días iba a hablar en la Sierra Maestra. Me dice: “no, yo no puedo ir, me tengo que quedar, entonces le digo: “Bueno, entonces por lo menos me tenes que prestar un auto” y me responde, “bueno, te voy a prestar un auto por la excepcionalidad de la cosa, que no es mío, es de la comandancia, pero eso si, la gasolina la tenes que pagar vos”. Allí no corría eso de que venia el amiguito e iba a tener el auto.

Hicimos el viaje, fue una cosa maravillosa. En primer lugar todas las cosas que se habían hecho desde el triunfo de la revolución hasta Julio del 60, el fervor que había, la simpatía del pueblo y me fui enamorando…

Entonces Ernesto me dijo te voy a dar una cartica para el Comandante en jefe de las fuerzas armadas en oriente por cualquier problema que tengas. Llegue a Santiago de Cuba y conseguí una habitación para los dos niños. Ernesto me dio una carta que la escribió en un papelito, así no mas, nada oficial. Llego a un lugar donde encuentro a un tipo mezclando cal con arena, pantalón arremangado, lleno de cemento, me acerco y le digo: “estoy buscando al comandante Acosta”. Yo estaba buscando un comandante con uniforme con estrellas y el hombre me dice, “no busque mas el comandante soy yo”.

El tipo estaba a pico y pala para terminar porque al otro día venia el discurso de Fidel.

Al día siguiente escuche el discurso de Fidel, un discurso fantástico. Ya por la mitad del discurso le digo a Delia, mi mujer, “Delia prepárate, que el líder que yo creía que no existía es este tipo, y todo lo que ha dicho es lo que yo siempre he pensado, así que me voy a venir para acá.” Delia dijo que sí afortunadamente.

En aquel momento se estaban preparando los movimientos contrarrevolucionarios en Cuba y no era fácil. Nosotros en Caracas teníamos un Standard de vida de un profesor universitario. La cosa es que en ello Delia me dio un apoyo tremendo, porque si me decía lo contrario vaya a saber lo que hubiera podido pasar.

Tenía que volver a Caracas a terminar mi contrato, porque como argentino yo trabajaba por contrato. Porque yo además no he renunciado nunca a mi nacionalidad argentina, otra de las cosas que tengo, soy argentino. Si me tengo que morir por Cuba me muero, pero soy argentino, me muero siendo argentino.

Un retrato en casa de Alberto guarda la unica imagen
donde estan juntos Alberto, Fidel y el Che

En Caracas vendí todo lo que tenia, lo que no vendí lo regale. Traje mi automóvil, traje mi laboratorio pequeño. Eso lo mande por barco y nosotros vinimos por avión. El 23 de marzo del 61 yo ya estaba acá.

Yo empecé como profesor de bioquímica en La Habana. Yo tenia muchas ideas, la gente aquí también las tenia, sobre todo con el objetivo de darle a los médicos un mayor bagaje científico.

A los médicos les gusta mucho la cirugía y oír ruiditos, la parte práctica, pero eso le quita fuerza científica. Entonces organizamos aquí un centro de ciencias básicas para que estudiaran bioquímica, fisiología. Los muchachos me puteaban, este argentino…

Me dio una mano Fidel en un discurso. Entre tantas cosas dijo, “como no nos puede gustar la bioquímica”,… entonces si lo dice Fidel, parece que Granado tiene razón.

Pero había tanta gente que quería estudiar, y la única facultad que había era la de medicina de la habana. Enseguida la gente de las ciudades mas pequeñas, aunque eran revolucionarios decían: no en la universidad de la habana los estudiantes viven en concubinato, entonces los padres decían: “mi hijo puede ir allá, pero mi hija no, pa´que”.

La revolución muy inteligentemente dice, si los padres tienen miedo de que sus hijas vayan a la universidad en la habana, hagamos una universidad en la otra punta, entonces se fundo la universidad de medicina en oriente de la cual yo soy uno de los fundadores,

Llegamos a tener hasta 500 alumnos. Fue una cosa muy linda, una lucha contra la reacción, contra los revolucionarios equivocados, contra la gente que quería mantener el status.

Por ejemplo había llegado una lluvia en oriente y era necesario recoger el café y no había mano de obra, porque la mano de obra estaba cortando caña. Entonces se les pidió a los estudiantes que fueran a recoger café. Nadie quería ir, porque como estaban los exámenes pegados, lo que querían era examinar. Entonces el presidente de la JC tuvo que ir el. Estuvo más de un mes recogiendo café y perdió los exámenes.

Un día yo iba a la cátedra y lo veo venir a este muchacho con cara de pocos amigos y le digo pregunto que le pasa. Me dice, “no me dejan examinar porque dicen que falto a clases”. Entonces me voy donde estaba el vicerrector y le digo al hombre, “¿no se da cuenta que estamos viviendo una revolución?, este muchacho esta sacrificándose, a los que habría que aplazar es a todos los que no quisieron ir”.

Como esta se vivieron muchas situaciones maravillosas y que daban mayor fortaleza.

En otra ocasión el profesor de anatomía dice: Alberto, me tienes que ayudar. De una de mis mejores alumnas, el padre – que era un chino – se entero que los muertos están desnudos y dice que su hija no va a ir a ver hombres desnudos.

Entonces fui yo. No era lo mismo que vaya el profesor de anatomía que el Alberto Granado el amigo del Che y así fui los convenciendo…

Cuando conversamos con Alberto sobre la etapa de Bolivia se puso triste.

Nos contó que antes de partir hacia a Bolivia el Che se despidió diciéndole: “Te espero gitano sedentario cuando el olor a pólvora amaine”

Entrevista realizada por Claudia Rabanaque - Norberto Forgione

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